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domingo, 16 de septiembre de 2018

“El silencio consiste en redescubrir la alegría de tomarse una pausa”,






Poder alejarse del ruido cotidiano es un privilegio (…) no estar pendiente de los mensajes ni atender al teléfono cuando suena”, nos dice y constata que “el ruido también es un índice de las diferencias sociales”. Sigamos su argumentación: “Los trabajadores peor remunerados sufren por lo general más ruido en su entorno laboral que las personas con salarios altos, y las paredes de sus viviendas están peor aisladas de los vecinos. La gente acomodada vive en lugares con menos ruido y aire más limpio, sus coches son más silenciosos, al igual que sus lavadoras. Tienen más tiempo libre y comen alimentos más naturales y saludables. El silencio se ha convertido en parte de esa brecha que otorga a algunos la posibilidad de una vida más larga, más sana y más rica que la de la mayoría de las personas”.

 “Crear las condiciones adecuadas para el silencio es una medida estupenda, pero a veces es complicado coger el coche para llegar a un lugar donde calmarte, hacer yoga y dar un paseo, o subir a un avión para relajarte en un retiro. A veces lo mejor de la vida es gratis. El silencio que yo tengo en mente se encuentra allí donde estamos siempre que nos conviene, dentro de nuestras cabezas y no supone ningún coste”,  señala, aludiendo a  los treinta placenteros minutos que tarda en ir caminando de su casa al trabajo, tiempo más que suficiente para aislarse del mundo.


insistimos en buscar vivencias cada vez más intensas en lugar de respirar hondo unas cuantas veces, aislarnos del mundo e invertir el tiempo en adquirir conocimientos. La idea de evitar el tedio por el procedimiento de hacer siempre cosas nuevas, de estar siempre disponibles, de enviar mensajes, seguir tecleando, ver algo que no hemos visto con anterioridad es ingenua (…) Mantenerse ocupado se convierte fácilmente en un fin per se, en lugar de dejar que el impulso del desasosiego sea el que nos guíe”.
Fuente :El silencio en la era del ruido de Erling Kagge ha sido publicado por Taurus.







Pausa, calma, son palabras refrescantes en sociedades como las actuales, que propugnan todo lo contrario, donde no entregarse al trabajo remunerado, no estar constantemente en acción, incluso puede llegar a levantar suspicacias, cuando menos extrañeza. “Hoy sé que conviene dejar de tener experiencias,  sean del género que sean, y limitarse a vivir: dejar que la vida se exprese tal cual es (…) La verdadera vida está detrás de lo que nosotros llamamos vida. No viajar, no leer, no hablar…: todo eso es casi siempre mejor que su contrario para el descubrimiento de la luz y de la paz”.

¿Qué ha pasado para que nos hayamos perdido tanto? ¿Qué ha sucedido para que ya no nos reconozcamos en lo más genuinamente humano?

– “Ganaríamos mucho si en lugar de enjuiciar las cosas, las afrontáramos. Nuestras cabalas mentales no solo nos hacen perder un tiempo muy precioso, sino que por su causa perdemos también la ocasión para transformarnos (…) Pensamos mucho la vida, pero la vivimos poco. Ese es mi triste balance...”

–  “A los seres humanos nos caracteriza un desmedido afán por poseer cosas, ideas, personas, ¡somos insaciables! La meditación enseña en cambio que cuando no se tiene nada, se dan más oportunidades al ser (…) Conviene dejar de una vez por todas de desear cosas y de acumularlas; conviene comenzar a abrir los regalos que la vida nos hace para, acto seguido, simplemente disfrutarlos...”

– “De un modo u otro, al meditar se trabaja con el material de la propia vulnerabilidad. Y uno siempre tiene la impresión de estar comenzando desde cero: la propia casa no parece dejar de construirse nunca; cree uno estar permanentemente reforzando los cimientos...”

En la meditación escucho que no debo privarme de nada, puesto que todo es bueno. La vida es un viaje espléndido, y para vivirla solo hay una cosa que debe evitarse: el miedo (…) La vida es todo menos segura, pese a nuestros absurdos intentos para que lo sea. O se vive o se muere, pero quien decide lo primero debe aceptar el riesgo…” 

 “La práctica de la meditación puede seguramente resumirse en saber estar aquí y ahora. No otro lugar, no otro tiempo (…) Queremos estar con nosotros: nuestra inconsciencia habitual lo rehúye, pero nuestra conciencia más honda lo sabe (…) Cuesta mucho bajar a esas profundidades donde late esta sabiduría; la mayoría de las personas que conozco no frecuenta esta zona de su ser jamás. Hasta ignoran que exista algo así. También hay quien se mofa de quienes hablamos en estos términos. Estos últimos son, por lo general, ratas de biblioteca; solo han leído, no han vivido, piensan que el mundo cabe en una categoría mental”.

Fuente :Biografía del silencio de Pablo D´Ors.Editorial Siruela



La soledad es un lugar muy especial” 

¿Qué se siente al estar solo? Es una sensación parecida al hambre mientras alrededor todo el mundo se prepara para un banquete. Produce vergüenza y miedo, y poco a poco estos sentimientos se irradian al exterior, de manera que la persona solitaria se aísla progresivamente, se distancia progresivamente (…) La soledad avanza, fría como el hielo y traslúcida como el cristal, y encierra en un abismo a quien la padece”,

Buscamos alivio en el espacio virtual, en estar conectados y ejercer el control. Fuera a donde fuera, en el metro, en los cafés, en la calle, veía a la gente, en Nueva York, encerrada en su red. El milagro de los ordenadores portátiles y de los teléfonos móviles es que nos divorcian del mundo físico, que permiten a la gente aislarse en su burbuja privada a la vez que está nominalmente e interactuar con otros a la vez que está nominalmente sola. Parece que los únicos que se libran son los sin techo y los pobres, aunque eso no incluye a los chicos de la calle, que se pasan el día conectados a Facebook en la tienda de Apple de Broadway, aunque –puede que precisamente por eso– no tengan dónde dormir esa noche”,

A través de sus vivencias y logros, de sus creaciones, los protagonistas de este libro demuestran que no todas las heridas necesitan curarse y no todas las cicatrices son feas, que el arte es una manera de acercarse a los demás, de dar. Concluye la autora que la soledad es personal, pero también política. “La soledad”, nos dice, “es colectiva. Es una ciudad (…) Estamos juntos en esta acumulación de cicatrices, en este mundo de objetos, en este refugio físico y temporal que a menudo se parece al infierno. Lo importante es la bondad. Lo importante es la solidaridad…”

La ciudad solitaria. Aventuras en el arte de estar solo, de Olivia Laing, ha sido publicado por Capitán Swing. 





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