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jueves, 22 de marzo de 2018

Aceptar las cosas que no puedo cambiar

"Ante un hecho real, siéntete como un niño pequeño y disponte a abandonar cualquier idea preconcebida, sigue humildemente a la naturaleza dondequiera que te lleve, aun al abismo sea el que sea, o no aprenderás nunca cosa alguna."
Thomas Henry Huxley (Biólogo británico)





Todas las medidas emprendidas en nombre del «rescate de la economía» se convierten, como tocadas por una varita mágica, en medidas que sirven para enriquecer a los ricos y empobrecer a los pobres.
Zygmunt Bauman






Quien no produce ni –lo que es peor– consume nada no existe según los balances que predominan en las economías nacionales. Quien no tenga posesiones a las que pueda llamar «propiedades» no es un ciudadano de plena valía. «Aquí soy persona, aquí compro», reza la omnipresente publicidad de dm, la principal cadena de droguerías alemana. El acto de ser ha sido sustituido por el de consumir. O, dicho en otras palabras, en los términos del capitalismo tardío: las leyes del mercado marcan los límites de la libertad.
Trojanow, Ilija. El hombre superfluo








“Muchas más son las cosas que nos aterran que las que nos aplastan, con frecuencia sufrimos más en la imaginación que en la realidad”
Lucio Anneo Séneca





Pero es cierto que nada contribuye menos a la alegría que las circunstancias externas de felicidad y nada contribuye más que la salud. De ahí que la antepongamos a todo lo demás y nos esforcemos por conservar el máximo grado de salud absoluta, cuyo retoño es la alegría: conseguirla exige evitar todos los excesos, también todas las emociones fuertes o desagradables, incluso los esfuerzos mentales grandes y constantes y, finalmente, al menos dos horas diarias de movimiento rápido al aire libre).
Schopenhauer, Arthur. El arte de ser feliz





“Concédeme la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, el valor para cambiar las que sí puedo y la sabiduría para establecer esta diferencia” – Esta cita de Epicteto (55-135 d.C.)





Los bienes que a un individuo jamás se le ha pasado por la cabeza pretender no los echa para nada de menos, sino que está absolutamente satisfecho sin ellos, mientras que otro que posea cien veces más cosas que él se siente desgraciado porque no consigue algo que desea.
Schopenhauer, Arthur. El arte de ser feliz





“Nuestra consoladora convicción de que el mundo tiene sentido descansa sobre un fundamento seguro: nuestra capacidad casi ilimitada para ignorar nuestra ignorancia.”
DANIEL KAHNEMAN






Necesitamos seguir las leyes debido a que están elaboradas con la intención de hacer que la convivencia en sociedad sea lo mas armoniosa posible, dado que son un instrumento que tenemos los seres humanos para establecer un orden y equilibrio. Todos sabemos que el ser humano es imperfecto, y por consiguiente, las leyes que cree también lo serán, por lo que las razones que he dado que nos obligan a cumplirlas solo sirven en cierta medida, pero sin embargo, aunque sean imperfectas, algo si que ayudan a regular la conducta humana.
Máxima de Epicteto para reflexionar:
No existe hombre alguno que, naturalmente, no posea cierta noción del bien y del mal, de lo honrado y de lo infame, de lo justo y de lo injusto, de la felicidad y de la desgracia, del cumplimiento de los deberes y de los males de la negligencia. ¿Cómo puede ser entonces que nos equivoquemos tan frecuentemente al juzgar hechos aislados relativos a estas cuestiones? Pues, sencillamente, de que aplicamos mal nuestras nociones comunes y de que solemos juzgar por juicios mal establecidos; es decir, por prejuicios. Lo bello, lo malo, lo justo, lo injusto, son palabras que todo el mundo emplea indistintamente sin haber aprendido el modo de emplearlas con razón y equidad. Y de ello nacen las disputas, las riñas y hasta las guerras. Yo digo: esto es justo. Otro replica: es injusto. ¿Cómo ponernos de acuerdo? ¿Qué regla seguir para juzgar con certeza? ¿Bastará la opinión para guiarnos? No, puesto que somos dos y sustentamos opiniones opuestas. Por otra parte, ¿cómo puede la opinión ser juez seguro? ¿Acaso los locos no tienen también su opinión? Y, no obstante, es fuerza exista una ley para conocer la verdad, porque no es posible que los dioses hayan dejado a los hombres en completa ignorancia de lo que deben hacer para regirse. Busquemos, pues, esta regla que ha de librarnos de caer en el error y curar la temeridad y la locura de la opinión. Esta regla consiste en aplicar a la especie los caracteres que se conceden al género, a fin de que, conocidos y aceptados estos caracteres por todos los hombres, nos sirvan para enderezar los prejuicios que hayamos formado sobre cada caso concreto; por ejemplo, una vez formada idea del bien, tratamos de saber si la voluptuosidad es un bien; pues bien, no hay sino examinarla del modo expuesto; sopesarla en esta balanza. Yo la peso con los caracteres del bien que son mis pesas, y como la encuentro ingrávida, la rechazo porque el bien es una cosa muy sólida y de gran peso.






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