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viernes, 23 de febrero de 2018

La cruda realidad

Esta realidad también existe aunque muchos no la vean y otros no la quieran ver. Nos lo cuenta así un voluntario de Cruz Roja :



Hace mucho que soy voluntario en una ambulancia. He hecho servicios de urgencias y preventivos: fiestas patronales, encierros, partidos de fútbol, conciertos... No suelo hablar de ello para todo el tiempo que llevo, pero a veces alguien me pregunta: “las cosas que habrás visto”.




Me han vomitado, me han meado, me han amenazado, he necesitado ayuda policial, he visto heridas que llegaban al hueso, piernas retorcidas, brazos imposibles, hemorragias que no paraban, me ha salpicado sangre, me he llevado el susto de pincharme con una aguja sospechosa...


He sacado a gente de una parada... y se me han muerto otros tras destrozarme los riñones reanimando una hora. Las pocas veces que cuento algo así -no porque lo evite, porque no sale el tema- siempre dice alguien “tío, yo no lo soportaría”. Y lo soporto. Sin problemas.

Nunca me han quitado el sueño o el hambre el dedo amputado o el ojo destrozado. Pero sí hay casos que me dejan mal cuerpo, que rumio durante días, que me apagan el humor y hasta mi mujer lo nota.

Los problemas sociales.

La pareja de ancianas medio seniles viviendo solas en una infravivienda sin luz ni agua, cuyos familiares sólo van a llevarles la comida y ni se molestan en limpiarles los meados.

La señora que hace años que no enciende la tele porque con su pensión es eso o la nevera. El viudo que empieza a sufrir alzheimer, que no tiene hijos, cuyos amigos ya murieron, y te explica abiertamente cómo ha planeado el suicidio.

La mujer en ataque de pánico porque ha visto a su ex-marido maltratador esperándola escondido cerca del portal. El senegalés suplicándote que le digas que es esguince y no rotura porque se quedaría sin el trabajo en negro con que le explota un español.

La madre que perdió a su hija asesinada tras ser violada, separada de un marido alcohólico que no le pasa la pensión, que vive en un cuchitril, fregando escaleras y cuidando de un padre con EPOC, todo sola.

La mujer con trastornos psiquiátricos cuyos hijos no quieren saber nada de ella. La chiquilla de 14 años que va al Centro de Salud a recoger a su padre alcohólico tras una recaída, con la entereza, madurez y frialdad de quien lo ha hecho docenas de veces.




La chica de apenas 20 con vómitos y mareos que con idéntica frialdad te suelta “es psicogénico, me violaron hace dos años”. La anciana desnuda y sola, medio senil, que pasa la tarde quejándose en una cama en un pasillo de las urgencias colapsadas del 12 de Octubre.
¿Fracturas abiertas y sangre? Ojalá eso fuese todo. Ahí sé cómo ayudar. Pero qué coño hago en un caso así.






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