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sábado, 25 de febrero de 2017

Poder ver el mar






A Rosalía la dejaron huérfana aunque todos sabían que su padre era un cura.
Por eso, Rosalía, no dejó nunca de escribir.
...
Por eso, Rosalía, era feminista.
Escribía porque todavía no les era permitido a las mujeres escribir lo que sentían y lo que sabían.
Porque solo aquellas personas que en algún momento han sentido la marginación pueden luchar por los demás como si lucharan por sí mismas.
Sí, Rosalía sabía.
Reclamando hace casi doscientos años el derecho de las mujeres a la educación o su objeción al matrimonio.
Una Galicia apesadumbrada, así es como sentía Rosalía su tierra.
Muy lejos de esa visión manipulada que hicieron de sus versos para vender una Galicia poco combativa, mágica y verde.
Rosalía, meniña gaitera, que parecía pedir permiso para expresar su dolor.
Un dolor provocado por el abandono.
Rosalía se fue quedando huérfana de madre, huérfana de hijos, huérfana de Galicia, y al final huérfana de sí misma.
Vivió en la permanente insatisfacción, en la saudade, en esa telúrica sensación de que le faltaba algo.
Ésa era la sombra de Rosalía.
Dicen que justo antes de morir pidió un ramo de pensamientos.
Y le dijo a su hija Alejandra: Abre esa ventana, que quiero ver el mar.
Desde el lugar en el que Rosalía murió no se podía ver el mar.
Y luego, como dijo Lorca, Galicia transida de tristes hierbas.
Las tristes hierbas de Rosalía.
Que han seguido creciendo y creciendo.
Y un chico joven con una camiseta de Nunca Mais levanta el brazo en un puño en una manifestación.
Una mujer coge las plumas de una gaviota y las va limpiando una a una del crudo negro.
Un hombre se encadena a una grúa para que no sigan extrayendo minerales.
Las hierbas siguen creciendo.
Y hoy acarician los ojos de una chica en una ventana en un bar en Santiago que lee un verso que dice que todo es silencio mudo y se siente comprendida por dentro.
Y un peregrino llora sin pies al llegar a la catedral.
Abre esa ventana, que quiero ver el mar.
Soy un niño gordito que se tapa la nariz para comer el caldo gallego.
Babosas y moras negras.
Eucaliptos y cromos.
Durmiendo un mes al borde de una ría.
Llamando, todavía, a mi madre porque tenía miedo de noche.
Y ella, todavía, que podía venir.
Un baño en el charco de las moscas.
Abre esa ventana, que quiero ver el mar.
Gallegos y gallegas, hijas del mar.
Orillas aunque se muden a secano.
Ay, morriña.
Y cada vez que una gaita rompe el silencio mudo.
Galicia, vuelve.
Porque Galicia no está fuera, está dentro.
Y cada vez que Rosalía fue en un papel.
Lo de dentro, vuelve.
No te faltaba nada, Rosalía.
Tú eras una revolucionaria,
una guerrera,
una política,
una mujer.
La sombra era tu tiempo, no tú.
Pero no padezcas, Rosalía.
El mundo continuó con nosotros y nosotras dentro.
Y aquí seguimos.
Mordiendo tus versos.
Teus dulces cantares.
Abriendo ventanas.
Para que otras puedan ver el mar.





Fotografias :Eric Antoine
Poema :Roy Galán

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