Sin
este tráfico constante del ir y venir de las Almas democráticas, el
Régimen se caería abajo. Es ese movimiento de dinero y personas el
que lo sostiene. Incluso su poderío de ilusión mayoritaria ha
llegado a cegarnos de su verdadero carácter de Trabajo. Pero eso sí
por gusto y voluntad personal, y además como señal de bienestar y
acomodo. Lástima da pensar que ahora que nadie trabaja ya de verdad
y que entre esa balumba de cachivaches mecánicos y burocracias
perezosas, la mayoría se escurría sin dar un palo al agua, tenga
que venir ahora a imponerse el trabajo más cansado, el más
disimulado con el envoltorio acaramelado del Turismo, cuando todos, o
por lo menos bastantes, (no me digan que no), después de las
obligadas y cortitas vacaciones que nos concede el Régimen, estamos
deseando llegar a casita para descansar de ellas. Todos sabemos
aunque no nos atrevamos a decirlo en voz alta que esto del Turismo es
trabajos forzados y que el turista no es más que un esclavo de la
última de las penitencias impuestas por el Régimen.
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