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miércoles, 28 de diciembre de 2016

Ni ingenuos no gruñones

Yo ya no soy de los que se entusiasman con las fiestas de estos días ni de los que las abominan. He tenido tiempos de ambas cosas. Del entusiasmo infantil y del gesto gruñón, de sumergirme en la felicidad de todos y de acusarlos de hipócritas y falsos. He pactado con mis propias faltas de consecuencia y calmado al Ebenezer Scrooge que todos llevamos dentro. No he necesitado que se me aparezcan los fantasmas. Dickens escribió su Cuento de Navidad precisamente por eso, para mostrarnos un ejemplo con el que no ser ni ingenuos ni gruñones. Y, sobre todo, para que nadie quiera dar lecciones a los demás sobre cómo vivir estos días. Ser feliz no significa que no tengas conciencia social y mostrar tu peor cara ante el mundo en estos días tampoco la garantiza. Hay un exceso de postura entre los que decretan la felicidad, también entre los que la niegan y con los que se la niegan. Pactar con uno mismo, con las fieras que cada uno lleva dentro para no resultar devorado o devorar al otro, es lo difícil. El mejor regalo de Navidad.
Texto de Pedro Ojeda






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